De religión
La religión es necesaria, diría que es un mal necesario,
pero creo firmemente que no es un mal en sí.
No me malinterpreten, no soy una
persona religiosa, creo en un dios que no es el mismo barbón montado en la
cruz, ni ningún otro; creo en la vida, en la energía, en las personas, creo en
una fuerza creadora. Sin embargo, veo cómo la religión ayuda a muchas personas
y hace un bien.
A partir de la muerte de mi hermano, mi madre se ha visto en
una situación de desesperación, depresión, tristeza, negación, entre otras
cosas; y lo único que la logra confortar es esa idea mística de la salvación,
de un mundo más allá de la muerte, el cielo, la gloria, el padre resucitador y
bondadoso que ha llamado a mi hermano a una vida mejor y eterna a su lado. Esta
idea alivia la necesidad de mi madre de proteger a su hijo, a fin de cuentas él
ya está en mejores manos.
No hablaré de aquellas atrocidades que las religiones han
actuado antes y ahora, tampoco hablaré de aquellas normas y rituales que imponen
y parecieran ser absurdas. Sólo hablo de la realidad que ahora observo, de esa
palabra amorosa y reconfortante que el hombre de sotana le ha dicho a mi
familia y que les dibuja una mirada de paz y esperanza. Sí, agradezco ese bien
que hacen y le digo a mi madre, “refúgiate allí en donde tienes tu fe”, ello le
ayuda más que yo.
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